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Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que

andábamos para encontrarnos.

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Siempre torpe y distraída,
o pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche.

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Te cansaste de no estar cansada.

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Para verte como yo quería era necesario
empezar por cerrar los ojos.

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Cada ves que se le encandila la barriguita al bicho de luz, debe sentir como una cosquilla de privilegio.

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Capítulo 1, Rayuela, Julio Cortazar.

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