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Después caíamos en silencios terribles y la espuma de los vasos de cerveza se iba poniendo como estopa, se entibiaba y contraía mientras nos mirábamos y sentíamos que éso era el tiempo.

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Nos queríamos en una dialéctica de imán y limadura,
de ataque y defensa, de pelota y pared.

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Todo dependía de la Luna y de los que fuéramos a hacer esa noche.

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¡Cuántas palabras!
¡Cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto!

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Capítulo 2, Rayuela, Julio Cortazar.

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